top of page
Buscar

Saber que estamos vivos: un privilegio, un peso y una oportunidad

Un perro no sabe que está vivo. Vive. Sigue sus instintos, responde al entorno, busca placer y evita el dolor. Pero no se cuestiona nada. No reflexiona sobre su existencia. En cambio, el ser humano sí lo hace… o al menos, puede hacerlo.

Saber que estamos vivos no es algo que ocurra de forma automática. Es un tipo de conciencia que, aunque nos define como especie, no siempre ejercemos. A veces vivimos, sí, pero sin sentir que vivimos. Y eso nos deja atrapados en una rutina desconectada, como si la vida nos ocurriera sin nosotros dentro.


La conciencia de estar vivos: una diferencia radical


No es lo mismo respirar que ser consciente de que estás respirando. No es lo mismo tener un cuerpo que habitarlo. Tampoco es lo mismo vivir que saber que estás viviendo.


Los humanos podemos observarnos a nosotros mismos, pensar sobre nuestras emociones, anticipar el futuro, recordar el pasado, preguntarnos por el sentido. Podemos mirar una puesta de sol y emocionarnos no solo por el color, sino por la fugacidad del instante. Ningún otro animal hace eso.


Ahora bien, esa conciencia es un arma de doble filo.


Cuando saber que vivimos se convierte en un peso


Saber que estamos vivos también implica saber que vamos a morir. Y que el tiempo pasa. Y que cada decisión abre un camino pero cierra otros. Este nivel de conciencia puede generar vértigo. Algunas personas sienten una angustia difusa cuando se detienen a pensar en su vida, como si tomar contacto con su existencia fuera demasiado. O incluso, inútil.


En consulta, lo escucho con frecuencia:

“Siento que voy en piloto automático”. “No sé en qué momento mi vida se volvió esto”. “Tengo trabajo, pareja, salud… pero me siento vacío”.

Detrás de muchas crisis vitales no hay una enfermedad. Hay una desconexión. Una pérdida de contacto con lo esencial: el hecho de estar vivos, aquí, ahora. Y no siempre saber qué hacer con ello.


Vivir sin conciencia: funcional, pero estéril


El piloto automático puede servir para sobrevivir. Nos mantiene funcionando, cumpliendo tareas, resolviendo lo urgente. Pero nos aleja de lo importante.Y a veces, esa desconexión se paga con síntomas: ansiedad, apatía, irritabilidad, bloqueos. No porque falte algo fuera, sino porque hay algo dentro que está dormido.


Vivir sin saber que vivimos es como mirar una película sin prestar atención: las imágenes pasan, pero no nos tocan.


Cómo reconectar con el hecho de estar vivos


Recuperar la conciencia de estar vivos no requiere grandes cambios. No se trata de irse a la India ni de dejar el trabajo para encontrar el sentido. A menudo empieza por gestos sencillos:


  • Respirar con presencia. Notar el cuerpo. No como ejercicio de mindfulness, sino como recordatorio de que estamos aquí.

  • Nombrar lo que uno siente, aunque no sepa explicarlo.

  • Hacer algo solo por el hecho de disfrutarlo.

  • Pararse a mirar lo cotidiano como si fuera la primera vez.

  • Preguntarse: ¿esto me acerca o me aleja de la vida que quiero construir?


No es cuestión de forzar una respuesta clara. Es cuestión de formularse la pregunta.

Comments


  • Psicologo Alexander
bottom of page