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Estilos de pareja: un espejo para comprender tu relación

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Cada pareja crea su propia forma de relacionarse. No existen dos iguales, aunque sí hay patrones que se repiten y que influyen en cómo vivimos la convivencia, la comunicación y la intimidad. Estos patrones, conocidos como estilos de pareja, no son etiquetas rígidas, sino formas de entender hacia dónde se inclina una relación en su día a día. Reconocerlos puede ayudarnos a identificar fortalezas, detectar riesgos y, sobre todo, mejorar la manera en que nos vinculamos.


Al hablar de estilos no buscamos encasillar, sino ofrecer un mapa. Un mapa que nos permita entender por qué en algunas situaciones nos sentimos cómodos y seguros, y en otras nos vemos atrapados en dinámicas que generan malestar.


Estilo compañero


En este tipo de relación prima la cooperación, el apoyo mutuo y la construcción de proyectos comunes. Son parejas que transmiten confianza y estabilidad, lo que da sensación de “equipo”. Sin embargo, a veces el exceso de previsibilidad puede hacer que se resienta la pasión si no se cuidan los pequeños detalles que alimentan la chispa.


Estilo conflictivo


Se caracteriza por una alta frecuencia de discusiones y tensiones. No significa necesariamente que no haya amor; de hecho, suelen ser relaciones muy intensas emocionalmente. El reto está en aprender a discutir sin destruir, ya que, de lo contrario, la relación se convierte en un campo de batalla que desgasta a ambos.


Estilo independiente


Cada miembro mantiene su autonomía y sus espacios personales. Este estilo puede ser muy saludable si existe confianza, ya que permite que cada uno crezca sin sentir que pierde su libertad. Pero también puede convertirse en un problema si se descuida la intimidad, generando una relación fría o distante.


Estilo fusión


Todo se comparte: amigos, decisiones, actividades, rutinas… Se vive la sensación de estar completamente unidos. Este nivel de conexión puede resultar muy intenso y satisfactorio, aunque, con el tiempo, puede derivar en dependencia emocional y pérdida de identidad individual.


Estilo complementario


Aquí cada persona adopta un rol distinto, pero que encaja bien con el del otro: uno puede ser más resolutivo y el otro más reflexivo, uno más extrovertido y el otro más sereno. Cuando hay equilibrio, la pareja funciona como un engranaje perfecto. Sin embargo, si los roles se vuelven demasiado rígidos, se corre el riesgo de caer en relaciones de poder desiguales.


Estilo competitivo


La relación se convierte en un espacio de rivalidad, en el que cada uno intenta sobresalir o tener la razón. Aunque cierta competitividad puede aportar chispa, si se convierte en el modo habitual de interactuar genera resentimiento y resta complicidad.


Estilo distante


Son parejas que funcionan bien en lo práctico, pero con poca intimidad emocional. Se apoyan en la rutina y evitan conflictos profundos, lo que hacia fuera puede parecer una relación estable. El problema surge cuando la falta de conexión acaba provocando vacío afectivo o desconexión progresiva.


Estilo apasionado


El motor principal es la intensidad emocional y física. Estas parejas se sienten vivas a través de la pasión, y transmiten energía a quienes las rodean. El reto aparece cuando esa intensidad no se equilibra con proyectos comunes y diálogo: lo que empieza como fuego puede apagarse con la misma rapidez.


Estilo parentalizado


Uno de los miembros asume el rol de “padre” o “madre” del otro, encargándose de proteger, cuidar o resolver. Aunque al principio puede ofrecer seguridad, a largo plazo limita la autonomía y genera desequilibrios de poder que minan la relación.


Estilo resiliente


Son parejas que se enfrentan a las dificultades como un equipo. No niegan los problemas, pero los afrontan con diálogo, compromiso y capacidad de adaptación. En vez de derrumbarse ante una crisis, salen reforzados, construyendo una relación más sólida y madura.


Estilo social


La vida en pareja se apoya fuertemente en el entorno: amigos, familia, actividades colectivas… Esto les permite disfrutar de una vida rica y activa. Sin embargo, el riesgo está en que lo externo o social eclipse la intimidad propia, dejando poco espacio para la pareja como tal.


Estilo pragmático


Son parejas centradas en la funcionalidad y los proyectos a largo plazo: casa, hijos, trabajo, economía. Suelen ser muy estables, pero si no cuidan la espontaneidad y el aspecto lúdico de la relación, corren el riesgo de convertirse más en socios que en pareja.




Cada estilo de pareja aporta aprendizajes. Ninguno es “bueno” o “malo” en sí mismo: lo esencial es si ese estilo favorece el bienestar y el crecimiento de ambos. Además, las parejas no suelen encajar en un único estilo, sino que combinan varios según la etapa vital que atraviesan.


Conocer estos patrones no es una sentencia, sino una invitación a reflexionar: ¿qué dinámicas predominan en tu relación?, ¿qué aspectos funcionan bien y cuáles conviene revisar?, ¿qué necesitarías cambiar para sentir mayor equilibrio y satisfacción?


Recordemos que una pareja es un proyecto vivo que evoluciona con el tiempo. Y que, con voluntad de diálogo, flexibilidad y aprendizaje, cualquier estilo puede transformarse en una oportunidad para crecer juntos.

Comentarios


  • Psicologo Alexander
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