Cómo saber si me estoy equivocando al conocer a alguien
- Alexander García Hernández
- 5 sept
- 2 Min. de lectura

Conocer a alguien nuevo en un sentido romántico siempre viene acompañado de una mezcla de ilusión y dudas. Por un lado, está la atracción, la emoción de los primeros encuentros y la esperanza de que esa relación pueda convertirse en algo importante. Por otro, surge la incertidumbre: ¿encajará esta persona con mi manera de entender la pareja? La pregunta no es menor, porque lo que suele generar más confusión no es la química inicial, sino el temor de descubrir con el tiempo que nuestros valores no coinciden.
Al inicio es fácil dejarse llevar por la idealización. Solemos fijarnos en lo positivo y pasar por alto detalles que podrían ser señales de desajuste. En esa etapa mostramos nuestra mejor cara y es lógico que cueste ver si realmente hay compatibilidad profunda. La ilusión puede convertirse en un espejismo si creemos que la atracción es suficiente para sostener un proyecto de pareja. La realidad es que los valores —la fidelidad, el compromiso, la comunicación, el respeto o la forma de concebir la vida en común— pesan mucho más en el largo plazo que la intensidad de los primeros momentos.
La incertidumbre aparece porque no podemos saber de inmediato si la otra persona comparte nuestra visión. Esa duda genera ansiedad, sobre todo cuando arrastramos inseguridades, miedo a quedarnos solos o experiencias pasadas dolorosas. A veces esas emociones nos empujan a forzar encajes que no existen, mientras que otras veces nos hacen desconfiar incluso cuando las señales son positivas. Diferenciar entre intuición y miedo no siempre es sencillo, y ahí reside gran parte del reto.
Lo importante es darse permiso para que el tiempo haga su trabajo. Conocer a alguien en profundidad requiere paciencia, conversaciones sinceras y la disposición a observar cómo sus palabras se corresponden con sus actos. La coherencia entre lo que alguien dice valorar y lo que realmente practica es la clave que nos ayuda a despejar la incertidumbre. Al mismo tiempo, necesitamos tener claros nuestros propios valores, porque cuanto más definidos los tengamos, más fácil será reconocer cuándo alguien los comparte y cuándo no.
Equivocarse es una posibilidad, pero no significa un fracaso personal. Formar vínculos implica aceptar un margen de riesgo. Lo esencial es no perder de vista que la atracción puede encender la chispa, pero son los valores compartidos los que sostienen la relación a lo largo del tiempo. Aprender a convivir con la incertidumbre sin precipitarnos ni negar las señales es, en realidad, el mejor camino para descubrir si la persona que tenemos delante encaja de verdad en nuestro proyecto de pareja.
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