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Miedo a volverme "loco"

¿Y si pierdo el control? ¿Y si me pasa algo grave mentalmente? ¿Y si un día me vuelvo loco?


Estas preguntas surgen en consulta más a menudo de lo que imaginamos. Se pronuncian entre suspiros, con la mirada perdida y una mezcla de miedo, confusión y vergüenza. En este artículo quiero hablar precisamente de eso: del miedo a volverse loco. Qué significa, de dónde nace y, sobre todo, cómo podemos abordarlo desde la psicología.



¿Qué entendemos por “volverse loco”?


Aunque no sea un término clínico, en el imaginario colectivo “volverse loco” suele asociarse a una pérdida total del control mental o emocional. Para algunas personas implica hacer daño a otros, perder la noción de la realidad, o comportarse de manera extravagante e incomprensible. Es un miedo muy primitivo y profundo: el de no reconocernos a nosotros mismos.

Lo importante aquí es que este temor rara vez se corresponde con una realidad clínica. En la mayoría de los casos, quien teme volverse loco está, de hecho, demasiado pendiente de no hacerlo.


Un miedo común en distintos trastornos


Este pensamiento puede aparecer en múltiples cuadros clínicos:


  • Trastorno de ansiedad generalizada, donde el exceso de preocupación acaba generando hipervigilancia hacia cualquier pensamiento “extraño”.

  • Trastorno obsesivo-compulsivo (TOC), especialmente en su variante de obsesiones puramente mentales, donde el temor a perder el control se convierte en una obsesión más.

  • Ataques de pánico, donde los síntomas físicos (desrealización, taquicardia, mareo) alimentan la sensación de “me estoy volviendo loco”.

  • Incluso puede aparecer en personas sin trastorno alguno, como reacción a situaciones de alto estrés o falta de sueño prolongada.


¿Y si fuera solo miedo?


Un principio básico en psicología es que el miedo no es prueba de que algo vaya a ocurrir. Al contrario: muchas veces, el propio miedo es lo que mantiene vivo el malestar. El pensamiento “y si me vuelvo loco” suele tener estas características:

  • Es intrusivo: aparece sin que lo busquemos.

  • Se siente incontrolable: cuanto más lo intentamos evitar, más vuelve.

  • Se vive con culpa o vergüenza: “no debería pensar esto”.


La clave aquí es entender que no es el pensamiento el problema, sino cómo respondemos a él.


¿Qué hacemos en terapia?


Desde un enfoque integrador, trabajamos con estos miedos desde varios frentes:

  • Psicoeducación: entender qué es un pensamiento intrusivo y cómo funciona el circuito del miedo ayuda a desactivarlo.

  • Técnicas cognitivas: cuestionar la lógica del pensamiento catastrófico (“¿qué pruebas tengo de que esto vaya a pasar?”).

  • Exposición emocional: no evitar el pensamiento, sino aprender a tolerarlo sin responder con miedo.

  • Trabajo emocional: explorar qué hay detrás del miedo. A veces, el temor a volverse loco es en realidad un miedo a no estar a la altura, a defraudar, a perder el control emocional en momentos clave.


Una metáfora: la ola y el surfista


Piensa en el pensamiento “me voy a volver loco” como una ola que viene. Si intentas bloquearla, luchas y te hundes. Pero si aprendes a surfearla, pasará por ti sin arrastrarte. En terapia, aprendemos a surfear esas olas. No porque desaparezcan por completo, sino porque ya no tienen el poder de arrastrarnos.


Conclusión


Si alguna vez has sentido este miedo, no estás solo. No significa que estés al borde de la locura, ni que tu mente sea peligrosa. Al contrario: suele ser la señal de que hay algo en ti que necesita ser escuchado y acompañado. Y la buena noticia es que hay camino para ello.


Si quieres trabajar en ello, la terapia puede ayudarte a entenderte y recuperar la calma que tanto necesitas.

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  • Psicologo Alexander
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