Fibromialgia: cuando el cuerpo duele y la mente también
- Alexander García Hernández
- 29 jul
- 3 Min. de lectura

La fibromialgia es mucho más que dolor físico. Quienes la padecen lo saben bien: el sufrimiento va más allá de los músculos o las articulaciones, afectando también al estado de ánimo, al descanso, a la autoestima y, en definitiva, a la calidad de vida.
Desde la psicología, es esencial comprender no solo los síntomas médicos, sino también el impacto emocional que conlleva vivir con una enfermedad crónica, invisible y a menudo mal entendida por el entorno.
¿Qué es la fibromialgia?
La fibromialgia es un síndrome caracterizado por dolor musculoesquelético generalizado, acompañado de fatiga, alteraciones del sueño, problemas de memoria y dificultades cognitivas (lo que a veces se conoce como “fibroniebla”). Aunque su origen exacto aún se estudia, se sabe que hay una disfunción en los mecanismos del sistema nervioso central relacionados con la percepción del dolor.
A menudo, quienes la sufren se enfrentan a un largo recorrido de pruebas médicas, diagnósticos erróneos y sensación de incomprensión. Esto puede generar un impacto psicológico significativo que no debe pasarse por alto.
Consecuencias psicológicas más frecuentes
Vivir con fibromialgia implica, en muchos casos, convivir con un estado de alerta constante. El dolor persistente, las limitaciones funcionales y la incertidumbre médica pueden generar un desgaste emocional importante. Entre las consecuencias psicológicas más comunes encontramos:
1. Ansiedad y preocupación constanteLa hipervigilancia hacia el propio cuerpo, el miedo a los brotes o a que el dolor se intensifique, y la dificultad para planificar el día a día, suelen generar un aumento significativo de la ansiedad.
2. Tristeza y síntomas depresivosEl sentimiento de impotencia, el aislamiento social, la pérdida de roles y la frustración con uno mismo por no "rendir como antes" son factores que contribuyen a estados de ánimo depresivos.
3. Alteración de la autoestimaMuchas personas con fibromialgia sienten que han dejado de ser quienes eran. Se produce una pérdida de identidad, especialmente en personas activas, cuidadoras o muy autoexigentes, que sienten que ya no “sirven” como antes.
4. Fatiga emocional y cognitivaLa llamada “fibroniebla” genera dificultades para concentrarse, recordar cosas o mantener el hilo de una conversación. Esto puede tener consecuencias en el ámbito laboral, académico o social, y genera mucha frustración.
5. Problemas de sueñoEl insomnio o el sueño no reparador agravan tanto el dolor como los síntomas psicológicos, en un círculo vicioso difícil de romper sin un abordaje integral.
¿Qué puede aportar la psicoterapia?
La intervención psicológica, especialmente desde un enfoque integrador como el que empleo en consulta, combina herramientas de la terapia cognitivo-conductual, el trabajo emocional y estrategias centradas en la aceptación y el autocuidado.
Algunas de las líneas de trabajo que suelo abordar en estos casos son:
Psicoeducación: comprender qué ocurre en el cuerpo y en la mente ayuda a reducir la incertidumbre y la autocrítica.
Gestión del estrés y la ansiedad: técnicas de regulación emocional, relajación, mindfulness y trabajo con pensamientos automáticos.
Redefinición de identidad y fortalezas: recuperar una autoimagen más amable, realista y basada en las capacidades actuales.
Apoyo en la reorganización de rutinas: identificar límites, establecer prioridades y promover actividades gratificantes sin sobrecarga.
Acompañamiento emocional: crear un espacio seguro donde validar el dolor, la frustración y el cansancio acumulado, sin juicio.
A modo de cierre
La fibromialgia no es “solo dolor” ni “está en la cabeza”. Es una condición compleja que exige una mirada compasiva, profesional y multidisciplinar. Desde la psicología podemos contribuir a mejorar significativamente el bienestar emocional de quienes la sufren, ofreciendo herramientas para reconectar con una vida más plena, adaptada y coherente con lo que cada persona necesita.
Si convives con fibromialgia y sientes que necesitas apoyo, puedes buscar ayuda con terapia psicológica. A veces, el primer paso no es curar, sino entender y acompañar.
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