top of page
Buscar

Ansiedad en tres tiempos: entenderla, medirla y transformarla

Una guía práctica y con los pies en la tierra para desactivar tu sistema de alarma interna



1. Cuando la alarma interna se activa


Imagina por un momento que tu sistema nervioso fuera una casa equipada con un detector de humo especialmente sensible. Uno que no solo salta cuando hay fuego real, sino también cuando has tostado el pan demasiado o encendido una vela con olor a vainilla.


Eso es, en esencia, lo que ocurre con la ansiedad: una respuesta automática del cuerpo diseñada para protegerte —el clásico modo lucha o huida— que en determinadas personas y momentos se activa incluso cuando no hay peligro real.

¿Por qué ocurre esto? Porque confluyen tres factores clave:


  • Predisponentes: biología, historia personal, rasgos de personalidad (como la tendencia a la preocupación o la necesidad de control).

  • Desencadenantes: cambios vitales, exigencias diarias, exceso de responsabilidades, consumo de estimulantes…

  • Mantenedores: evitación de lo temido, miedo a las propias sensaciones, falta de descanso, sobreexigencia crónica.


Cuando estas piezas se combinan, la ansiedad deja de ser una señal útil y se convierte en un ruido de fondo constante. Y no, el objetivo no es silenciarla a la fuerza —eso solo empeora las cosas—, sino aprender a calibrar esa alarma para que vuelva a distinguir entre un incendio y el olor a tostada.


2. Ponerle un termómetro a lo invisible


Uno de los grandes problemas de la ansiedad es que se presenta como una nebulosa: “me encuentro fatal, pero no sé por qué”. Es una sensación difusa, sin forma concreta, que genera aún más inquietud.

Convertir esa niebla en datos claros la debilita. Por eso, la segunda fase consiste en observar y registrar.


  • Registros breves y honestos: durante unos días, anota qué ocurre justo antes, durante y después de sentirte mal. ¿Dónde estabas? ¿Qué pensaste? ¿Qué hiciste? No se trata de obsesionarse, sino de identificar patrones.

  • Medidores fisiológicos: relojes inteligentes, apps de sueño, variabilidad cardíaca… Son herramientas que aportan información útil siempre que no se conviertan en una fuente más de ansiedad.

  • Exploración guiada en consulta: en terapia, el análisis funcional permite descubrir círculos viciosos y puntos de entrada para la intervención. A veces, necesitamos que alguien nos ayude a hilar lo que por dentro se siente como un caos.


Ahora bien, cuidado con la trampa: medir no es lo mismo que sanar. Registrar sin contexto puede llevar al agotamiento. El dato sirve si nos ayuda a tomar decisiones, no si se convierte en una nueva obsesión.


3. Neutralizar sin silenciar: qué funciona (y por qué)


Una vez comprendido el mecanismo y observado su funcionamiento, llega la fase activa: intervenir. Y aquí la clave no está en “eliminar” la ansiedad, sino en aprender a vivir con ella de otra manera, bajando su volumen y aumentando nuestra capacidad de respuesta.


Intervención corporal


  • Respiración diafragmática y relajación muscular progresiva: ambas ayudan a reducir la activación del sistema nervioso en minutos. Son sencillas y efectivas, especialmente cuando se practican con regularidad.

  • Ejercicio físico regular: al menos 15 minutos de movimiento aeróbico al día (caminar, bailar, nadar, lo que disfrutes) tiene efectos comprobados en la reducción de la ansiedad basal.


Reencuadre cognitivo


  • Cuestiona lo que das por hecho: ¿y si esa sensación no fuera una señal de peligro, sino una llamada de atención legítima?

  • Cambia el objetivo: en lugar de “quiero dejar de sentir esto”, prueba con “quiero aprender a responder de forma distinta cuando esto aparezca”.


Exposición con propósito


  • Evitar lo que temes alimenta la ansiedad. Enfrentarlo, poco a poco y de forma segura, la debilita.

  • Puede hacerse en la vida diaria o, en algunos casos, con herramientas como la realidad virtual, que permiten simular situaciones temidas sin exponerte físicamente.

  • Un detalle importante: la exposición no acaba cuando “escapas de la situación”, sino cuando permaneces lo suficiente para ver que puedes tolerarla.


Estilo de vida como terreno fértil


  • Dormir bien, comer con regularidad, limitar cafeína y alcohol y tener espacios reales de descanso.

  • Las relaciones que nos nutren, el contacto con la naturaleza, los momentos sin móvil también cuentan. No son lujos, son parte del tratamiento.


Una mirada final


La ansiedad no es un error del sistema. Es una función adaptativa que, a veces, pierde el norte. No hay que silenciarla a cualquier precio, sino entender su lógica, escucharla con criterio y enseñarle nuevos caminos.


Cuando sabes por qué salta la alarma, cómo se alimenta y qué hacer para bajarle el volumen, la ansiedad deja de ser un monstruo y empieza a ser simplemente… una señal. A veces molesta, sí. Pero también entrenable. Y, sobre todo, manejable.

Comments


  • Psicologo Alexander
bottom of page